En la pulquería

Qué haces palomita
ahí en la pulquería
esperando al amor mío
hasta el martes, vida mía
Palomita, palomo, palomo…

Cuando probé el pulque por primera vez, mi primera impresión fue que era la bebida de los dioses olímpicos. Podemos suponer que Plutón cultivaba agave en sus dominios.

Madame Calderón de la Barca, Puebla, 24 de diciembre de 1839

En la pulquería
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La pulquería cerca de la Alameda en 1840

Construida en 1592 para reemplazar un mercado de la época prehispánica, la Alameda es el jardín público más antiguo de América. Ubicado en el centro histórico de Ciudad de México, a finales del siglo XVIII incrementó su tamaño a más del doble.
La Alameda es el jardín público más antiguo de América.

Eran ya las once, y las pulquerías permanecían abiertas para refrigerio de los fieles, y a pesar de que hasta esta hora no se habían notado desórdenes, no era imposible que las cosas cambiaran, y sin embargo, cometimos la imprudencia de irnos a pie, y sin compañía, hasta nuestra casa de San Fernando. No creímos correr ningún peligro en el centro de la ciudad. Las gentes se paseaban aún, y en los puestos iluminados seguían sirviendo bebidas a los clientes. Así llegamos al final de la Alameda, en donde todo estaba tranquilo, mas cuando caminamos por sus orillas bajo la alargada sombra de sus árboles, temí que de un momento a otro nos iban a asaltar, y hubiera deseado encontrarme en cualquier otra parte, ¡en la plateada cima de Popocatépetl!, por ejemplo. Pasamos frente a varias pulquerías, todas llenas de un gran concurso y en las que muchos estaban bebiendo y varios estaban borrachos. Al llegar a la arquería del acueducto percibíamos, de vez en cuando, algún bulto sospechoso envuelto en su frazada, medio oculto entre las sombras. Pocas puertas antes de llegar a nuestro domicilio estaba un expendio de pulque lleno de léperos; algunos estaban de pie en la puerta, enfrazados. Tuve la seguridad de que no pasaríamos frente a ellos sin que nos acometiesen, pero apretamos el paso y llegamos a nuestra puerta sanos y salvos. Tocamos, hicimos gran estruendo, pero fue en vano. El portero estaba dormido, y durante diez minutos oímos detrás de la puerta las voces de los criados requiriendo del testarudo Cancerbero la entrega de las llaves. De haberlo querido, este era el momento más oportuno para que nuestros amigos se acercaran, pero, o no nos vieron, o pensaron que Calderón andaba armado a esas horas avanzadas de la noche, o lo que es más probable, y esta es la explicación más piadosa, les habían aprovechado las solemnidades del día.

Al fin entramos, y me sentí feliz de encontrarme bajo techo y en seguro, y tan fatigada de las funciones de este día como lo estaréis vosotros de haberlas leído en la descripción de ellas os estoy haciendo.

Madame Calderón de la Barca, México, 21 de abril de 1840

Madame Calderón describe
una fiesta con pulque

Una imagen obtenida desde las alturas en un globo aerostático. En ella se puede apreciar el que fue famoso embarcadero al inicio del Paseo de Viga. Obsérvense del lado derecho los carruajes y jinetes que disfrutan del paseo por la calzada lateral. (Museo de la Ciudad de México)
El canal de la Viga 1850

Al atardecer, en un pequeño pueblo frente al canal de la Viga, una canoa se acercó y permaneció a nuestro lado por algún tiempo. Un hombre yacía perezosamente en el fondo del barco tocando su guitarra, y las mujeres coronadas con guirnaldas de rosas y amapolas bailaban y cantaban. Diversas tinajas de pulque y platos de barro con tortillas y chile y trozos de tasajo demostraban que la fiesta no había estado exenta de comodidades. Entre otros, interpretaron El Palomo, uno de sus bailes favoritos. La música es bonita, y os la envío con la letra que me dio mi amiga la señora Adalid, que canta todas estas pequeñas melodías indias a la perfección. Es tan bello el ritmo y las mujeres la cantan con tal adormecida dulzura, y suena la música tan cariñosamente, que me quedo en un estado de agradable ensueño y de perfecto deleite.

Qué haces palomita
ahí en la pulquería
esperando al amor mío
hasta el martes, vida mía
Palomita, palomo, palomo…

Madame Calderón de la Barca, El canal de la Viga, 16 de marzo de 1840